EL HAMBRE, ¿ALGO TAN SENCILLO COMO
PARECE?
¿Por qué tenemos hambre? ¿Crees que siempre comes lo que
realmente necesitas?
Recuerda las veces en las que has dicho
o pensado “¡tengo un hambre que me muero!”. En estas ocasiones, en las que nos
hemos visto todos rebuscando en la nevera, lo que nos ocurre sin darnos cuenta,
además de otros muchos procesos, es la denominada Hipótesis glucostática de Mayer (1955). Dicha hipótesis explica que
la disminución de glucosa en sangre es una alarma que nuestro cuerpo utiliza en
forma de apetito para llevarnos a la conducta
de comer, y así, asegurar nuestra supervivencia restableciendo el déficit detectado
en nuestro organismo.
Pero realmente, el director de la orquesta
de este musical, que recibe toda la información y se encarga de avisarnos de
que tenemos que comer, es nuestro cerebro, más concretamente nuestro hipotálamo. De hecho, en la
experimentación con animales, se ha observado que si se lesionan los núcleos
del mismo se provocan problemas como la
afagia (severa inapetencia hasta la muerte), hiperfagia (obesidad) y
alteraciones en la palatabilidad de los alimentos (lo que sabe mal sabe mucho
peor y lo que sabe bien sabe mucho mejor).
Pero realmente, lo que comemos o cuándo
y cómo comemos no sólo responde solo a
cuestiones fisiológicas.
¿Por qué nos atraen más los alimentos
dulces y salados y rechazamos los amargos y ácidos? Aunque no suene bien, los
dolores de tripa de nuestros antepasados
han contribuido a la construcción de nuestros gustos culinarios. El ser humano se ha condicionado, a lo largo
de su evolución, a preferencias y aversiones funcionales, para asegurar su
supervivencia evitando alimentos posiblemente tóxicos y perjudiciales
(alimentos amargos y ácidos) e ingiriendo alimentos nutritivos y beneficiosos
(dulces y salados).
La mayoría conocemos el concurso
televisivo en el que varios sujetos intentaban sobrevivir en una isla desierta
durante una larga temporada. Pues bien, ¿por qué los concursantes, tras varios días
de ingerir el único alimento fácil de conseguir, el coco, lo “aborrecían” y les
provocaba rechazo? De alguna manera, esta sensación desagradable les hacía
esforzarse por conseguir más variedad de alimentos ya fuera pescando o buscando
alimento en los alrededores, no conformándose a saciarse sólo a base de cocos. Esto
ocurre debido al fenómeno conocido como “saciedad
sensorial específica” que nos obliga, sin darnos cuenta, a asegurarnos una
dieta variada en alimentos, una dieta nutritiva, sana y que, por ello una vez
más, facilite nuestra supervivencia.
¿Qué denominador común hay en todos
estos acontecimientos sociales: bodas, comuniones, bautizos, cumpleaños, noches
románticas etc.? El denominador común es la comida, en todas ellas comemos. Comer
no sólo es un hábito nutritivo, es un hábito social que nos une. Redd y De Castro (1992) demostraron que la
ingesta de alimentos aumentaba en un 60% cuando los sujetos lo hacían en
presencia de otros.
En definitiva, el ser humano es un
organismo complejo, complicado y exquisito que ante nuestros ojos pasa
inadvertido en el día a día, pero en el que todo, hasta lo más primario como es
el hambre, forma parte de un engranaje perfecto que lucha para asegurar nuestra
supervivencia, haciendo el paseo por esta vida, lo más cómodo posible.
Así que de nuevo, ¡qué aproveche!
Sandra Jarque
DPTO. DE PSICOLOGÍA
Fundación Virgen del Pueyo
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