Los profesionales de Trauma Aragón http://www.traumaaragon.com/, del Instituto Avanzado de Psicología Integral (IAPI) www.iapi.es y de Los Pueyos http://fundacionvirgendelpueyo.blogspot.com.es/ se unen para formar un equipo multidisciplinar destinado a la prevención, el desarrollo, la intervención y rehabilitación integral de personas con diferentes trastornos, enfermedades o lesiones, así como a la atención de sus familiares y cuidadores.
viernes, 24 de abril de 2015
UNA DE LAS CLAVES DE NUESTRO TRABAJO
Fundamental en el trabajo de personas con trastorno de conducta pero también en el trato a cualquier niño, adolescente, adulto o anciano.
"Para obtener conductas positivas,
hay que utilizar medios positivos"
M. Guerrero - Psicóloga
viernes, 17 de abril de 2015
LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA EN EL CEREBRO ALTERADO
Los trastornos de conducta como consecuencia de una alteración en el desarrollo del cerebro o de un daño sobrevenido suponen un obstáculo importante en el proceso rehabilitador. Cuando se dan en la edad adulta, estos trastornos consisten en la aparición un grupo confuso de síntomas que cambian la personalidad del individuo. Cuando estos síntomas aparecen en la infancia, no se observa cambio de personalidad, si no que se va desarrollando una personalidad peculiar. Estos síntomas son especialmente persistentes y pueden empeorar si no se pone en marcha una intervención específica, como tratamientos psicológicos a nivel neuropsicológico y cognitivo-conductual, donde entraría la rehabilitación cognitiva, la modificación de conducta y las estrategias cognitivas. Según estudios, muchos pacientes con problemas de impulsividad mejoran con claves ambientales y refuerzos externos, reentrenamiento cognitivo, auto-instrucciones y estrategias meta-cognitivas (Mateer, 1999). Esto se hace aún más relevante si tenemos en cuenta que varias investigaciones demuestran que no hay tratamientos farmacológicos que mejoren algunos estos síntomas.
A mediados del siglo XIX comenzaron a aparecer los primeros
trabajos que documentaban estas alteraciones de conducta y cambios de
personalidad en pacientes con lesiones en el lóbulo frontal. El famoso caso de
Phineas P. Gage en 1823 aportó gran información. En 1888, Mortiz Jastrowitz
utilizó el término “moria” para referirse a la risa descontextualizada y al
humor extraño de algunos pacientes con tumores en el lóbulo frontal. En el
mismo año, Leonor Welt describió la conducta agresiva de un paciente después de
un traumatismo craneoencefálico. Posteriormente, fueron apareciendo otras
descripciones clínicas que añadían rasgos como la impulsividad, el infantilismo
y la conducta socialmente inadecuada.
Actualmente, encontramos tres síndromes frontales,
el síndrome prefrontal orbital que
se caracteriza principalmente por la aparición de un estado pseudopsicopático con cambios de personalidad, desinhibicón, irritabilidad y agresividad, el
síndrome prefrontal dorsolateral que
se caracteriza por la pérdida de flexibilidad mental y tendencia a la perseveración, dificultad para resolver problemas, para el recuerdo temporal de acontecimientos y para realizar actividades motoras, entre otras, y el síndrome medio basal o cingular que se
caracteriza por una ausencia de expresión de cualquier tipo de emoción (mutismo
akinético), apatía e inexpresividad.
En
general, los tres tipos de síndromes suponen una gran dificultad para responder
adecuadamente a las interacciones sociales, con las limitaciones que esto
conlleva a todos los niveles. Pero estas alteraciones también pueden aparecer
en enfermedades neurodegenerativas
cuando hay lesión o pérdida neuronal en los lóbulos frontales, como la
enfermedad de Pick, y en casos de daño
frontal perinatal y en la infancia temprana, que puede producir lo que se
llama “discapacidad de aprendizaje social y de conducta” con aparición de
conductas antisociales.
La recuperación de estos déficits depende de varios factores,
entre ellos la etiología, la extensión y la localización del daño o alteración neuronal.
Los tratamientos farmacológicos han de ser complementarios a los programas de
rehabilitación, quienes ocuparán un papel protagonista. Resulta de vital
importancia la intervención psicológica con los familiares y cuidadores profesionales,
puesto que la familia juega un papel muy importante en la intervención con este
tipo de personas (Sohlberg & Mateer, 2001).
María Guerrero
Psicóloga Sanitaria y
Neuropsicóloga
FUNDACIÓN VIRGEN DEL PUEYO
Fuentes:
Sánchez Cubillo, I., Lertxundi, N., Quemada, J.I., Ruiz Ruiz, R., Trastornos
del comportamiento en el daño cerebral adquirido. Revista Acción Psicológica,
2007; 4 (3): 101-13.
Ardila, A., Ostrosky-Solís, F. Desarrollo histórico de las
funciones ejecutivas. Revista Neuropsicología, Neuropsiquatría y Neurociencias,
2008; 8 (1): 1-21.
viernes, 10 de abril de 2015
IMPORTANCIA DE LA PREVENCIÓN EN EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS
El desarrollo
psicomotor es un proceso que
iniciamos desde recién nacidos, una secuencia
de habilidades que van apareciendo en especial durante el primer año de vida, y
que son consecuencia de la maduración de nuestro Sistema Nervioso. Cuando estas
habilidades o hitos del desarrollo se dan en el periodo de tiempo adecuado,
hablamos de desarrollo normal.
Sin embargo, pueden darse retrasos en la
aparición de determinados hitos, o bien anomalías en su ejecución. En estos
casos, hablamos de alteraciones en el
desarrollo, que pueden indicar el riesgo del niño de padecer una
discapacidad. Es en este contexto de
riesgo donde, una vez evaluada y concretada una alteración, debemos
intervenir para prevenir la posible patología. La intervención, debe consistir
en el diseño de una terapia específica para el niño de riesgo, cuya aplicación sea
la suma de la actuación profesional
y el conocimiento y participación de los
familiares y el entorno más cercano del niño.
Las etapas
del desarrollo se alcanzan simultáneamente en varios niveles: motor,
sensorial, perceptual, cognitivo, emocional, social y cultural. Es necesario valorar al niño en cada una de estas áreas,
pero también el conjunto de todas ellas, sin olvidar que todos los aspectos
están relacionados y van a influir los unos sobre los otros. De hecho, el
desarrollo de un individuo no sólo depende de su genética sino que también está
fuertemente marcado por los estímulos que recibe del medio y la manera en que
interaccione con ellos.
La importancia de la prevención temprana, está en que permite una intervención precoz, y cuanto antes se produzca ésta, mayor
probabilidad tiene el niño de minimizar
su riesgo de discapacidad. Esta necesidad de precocidad tanto en la
detección de la alteración como en la actuación sobre ella, se debe a que los
niños más pequeños poseen una gran neuroplasticidad;
es decir, su Sistema Nervioso tiene mayor capacidad de auto-organizarse y
formar nuevas conexiones que permitan solventar el problema que se presenta.
Numerosos estudios realizados al respecto,
nos permiten reconocer distintos signos
de alerta durante el desarrollo psicomotor de los niños. Es importante que
estos signos sean conocidos por todas aquellas personas que trabajan o conviven
con los niños desde su nacimiento, de manera que ante la detección de
cualquiera de ellos, o ante la propia impresión de que “algo no va bien”, el niño pueda ponerse cuanto antes en manos
del equipo profesional adecuado. Esta forma de proceder es, en definitiva, anticiparse a la enfermedad futura, prevenir
en el campo de la salud, y la prevención
precisamente, es el tratamiento más
eficaz conocido hasta el momento.
Pilar García
FISIOTERAPEUTA
Fundación Virgen del Pueyo
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