Cuando todo se atribuye al “retraso mental”
El concepto de Retraso Mental (RM) parte de la Medicina,
concretamente de la Psiquiatría, y queda incluido dentro de los Trastornos
Mentales según el DSM y la CIE, sin dejar claro que el RM no es un trastorno en
sí mismo ni una enfermedad, a pesar de que éste haya podido ser consecuencia de
una enfermedad.
Las capacidades cognitivas del niño o adolescente pueden
fluctuar durante el desarrollo cerebral en función de diferentes variables
(etiología de la alteración, estimulación recibida, medicación, evolución,
etc.), pero en la etapa adulta, una vez que estas capacidades han alcanzado su
máximo potencial, se puede decir que el RM es un estado permanente.
La aparición de síntomas cognitivos, conductuales, signos
neurológicos o enfermedades, no son atribuibles al RM, en todo caso, a las características
cerebrales resultantes de una alteración (de etiología metabólica, infecciosa,
cromosómica o un trauma perinatal, etc.) que se produjo en algún momento del
desarrollo cerebral y que provocó el RM.
Sin embargo, muchos profesionales sanitarios atribuyen gran
parte de los problemas de las personas con Discapacidad Intelectual a su RM,
sin hacer un diagnóstico diferencial, y por lo tanto, sin llegar al origen del
problema. Si en las personas adultas con grados de discapacidad moderados o
altos, encontramos además una etiología desconocida, aparición de trastornos de
conducta o síntomas psiquiátricos, mayor es la situación de desenfoque
diagnóstico.
El resultado de esto genera, con frecuencia, la instauración
de tratamientos con psicofármacos sin pruebas médicas previas, por lo tanto
carentes de fundamento biológico (estructural o dinámico) y consecuentemente
inadecuados o excesivos, con aparición de efectos secundarios e intervenciones
innecesarias y nefastas.
La ausencia de estudios acerca del envejecimiento de las
personas con Discapacidad Intelectual supone un gran desconcierto ante los cambios cognitivos y conductuales que puedan
darse en esta población con la edad. Cabe destacar que tienen mayor
probabilidad de sufrir enfermedades neurodegenerativas, ACV o demencias que la
población sin discapacidad, ya que generalmente, durante toda su etapa
evolutiva, estas personas presentan una mayor prevalencia de problemas de salud
relacionados con el sistema nervioso, entre otros.
Debido a estos últimos aspectos, se hace fundamental un
adecuado abordaje a este tipo de población en toda su etapa evolutiva, con un
establecimiento de sistemas de alerta que ayuden a identificar las conductas
extemporáneas y a averiguar las causas de éstas, y así poder proporcionar en
todo momento el tratamiento más adecuado.
Los conocimientos en Neuropsicología resultan cada vez más
necesarios para la adecuada diferenciación y detección de signos neurológicos,
síntomas de la esfera cognitiva y trastornos de conducta, así como para
una intervención eficaz.
María Guerrero
Psicóloga Sanitaria y Neuropsicológa
FUNDACIÓN VIRGEN DEL PUEYO
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