El concepto de inteligencia ha evolucionado y existen
diferentes teorías, pero ninguna de ellas resuelve el enigma que se produce en
muchas personas con Discapacidad Intelectual, que a menudo conservan ciertas capacidades
cognitivas dentro de la normalidad o incluso a un nivel superior a la media en
algunos casos.
Desde la perspectiva
neuropsicológica, encontramos el concepto de funciones ejecutivas, definido como un conjunto de procesos
cognitivos que originan el comportamiento que llamamos “inteligente”, como
velocidad de procesamiento, memoria de trabajo, capacidad de inhibición,
flexibilidad cognitiva, planificación, toma de decisiones y solución de
problemas. Autores como Ardila y Ostrosky-Solís, llaman a esto funciones ejecutivas frías, y defienden
la existencia de funciones ejecutivas
cálidas, que coordinan cogniciones y emociones, y controlan los impulsos
emocionales mediante estrategias socialmente aceptables.
Esta definición de inteligencia
resulta más útil a la hora de trabajar con personas con Discapacidad
Intelectual, siendo que la gran mayoría de estas personas tienen dificultades
en alguno de los componentes mencionados, principalmente en las funciones
ejecutivas cálidas -dificultades en el control de impulsos y en las conductas
sociales- que a menudo influyen negativamente en las funciones ejecutivas frías
-dificultades para solucionar imprevistos o planificar una tarea porque se
quedan atrapados en la emoción-.
En los últimos años, la evidencia
ha mostrado que el estudio de las funciones ejecutivas es crucial para
comprender el perfil cognitivo de las personas con Discapacidad Intelectual y
para implementar programas de intervención apropiados (Hippolyte y cols. 2010),
teniendo en cuenta que el desarrollo de las funciones ejecutivas depende tanto
de la maduración a través de los procesos biológicos, como de la cantidad y
calidad de las experiencias de
aprendizaje que proporciona el medio ambiente (Hackman & Farah, 2008).
La entrada de la Neuropsicología
en el campo de la Discapacidad Intelectual se hace fundamental a partir del
momento en el que se evidencia que la Discapacidad Intelectual no constituye un
mero retraso intelectual sino que es el resultado de una trayectoria de desarrollo cualitativamente diferente (Simon
2010, Vicari, Bellucci y Carlesimo, 2005).
Las causas prenatales que
provocan discapacidad intelectual (primeras fases del embarazo) suelen ser las
más graves, probablemente porque cuanto antes se produzca una alteración, más
afectado se verá el desarrollo del sistema nervioso (Heikura et al., 2005;
Stromme, 2000). Por este motivo y por la dependencia del ambiente y la
influencia de la neuroplasticidad en el desarrollo de las capacidades
cognitivas, es fundamental una intervención precoz, que puede conseguir
importantes avances en muchos casos.
María Guerrero
Psicóloga Sanitaria y Neuropsicóloga
FUNDACIÓN VIRGEN DEL PUEYO
FUNDACIÓN VIRGEN DEL PUEYO
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