Los profesionales de Trauma Aragón http://www.traumaaragon.com/, del Instituto Avanzado de Psicología Integral (IAPI) www.iapi.es y de Los Pueyos http://fundacionvirgendelpueyo.blogspot.com.es/ se unen para formar un equipo multidisciplinar destinado a la prevención, el desarrollo, la intervención y rehabilitación integral de personas con diferentes trastornos, enfermedades o lesiones, así como a la atención de sus familiares y cuidadores.
viernes, 27 de noviembre de 2015
EL ESTRÉS EN EL TRABAJO
El
estrés en el ámbito laboral es uno de los más estudiados, puesto que abarca
gran parte del tiempo diario de una persona. El estrés laboral puede entenderse como exigencias procedentes del entorno
(trabajo, familia, …) o de uno mismo, que exceden la capacidad percibida de la
persona para afrontarlas. En este tipo de estrés, que puede padecer cualquier
trabajador o ama de casa, intervienen aspectos físicos y de organización, así
una buena distribución del trabajo diario de la empresa, grande o pequeña, o del
propio hogar, eliminará una fuente importante de estrés y aspectos sociales
como habilidades comunicativas y de relación, que nos va a ayudar a reducir
nuestro estrés. Todo ello influirá en el clima que se cree en la empresa,
principio básico de calidad y por tanto de salud.
Un cambio o la novedad de
una situación nos hace disparar nuestro mecanismo de alerta para afrontar
nuevos objetivos. La falta de información o la incertidumbre nos provoca
inseguridad. En ocasiones, se dan problemas con el rol, debido a su ambigüedad
o por conflictos entre los roles, cuando éstos no están bien definidos como
puede ocurrir en algún mando intermedio, nuestra respuesta al estrés puede
generarnos una fuerte carga de ansiedad. Cabe añadir que el estrés puede
deberse tanto al exceso de trabajo como al hecho de no tener nada que hacer.
Sin embargo, sobre todas estas situaciones destaca la vivencia de cada persona,
muchas veces el trabajo se convierte en un exceso de estrés por cómo lo vive la
persona, por su valoración de la situación.
El
resultado final del estrés no resuelto en el trabajo da lugar a una sensación
de incapacidad para llevar a cabo nuestros objetivos, es lo que el psicólogo H.
J. Freudenberger acuñó en 1974 como Burnout
o "estar quemado en el trabajo", para referirse a una forma específica
de estrés padecida por trabajadores de profesiones asistenciales en contacto
directo con las personas. El Burnout
es una respuesta inadecuada ante un estrés emocional crónico, caracteriza por
el desgaste o cansancio emocional, por la despersonalización que hace que la
persona tome una actitud fría y distante ante los demás, y por el sentimiento
de incompetencia o inadecuación personal cuando se tiene la sensación de que
las demandas superan la propia capacidad o por todo lo contrario. Las consecuencias
que el Burnout produce se reflejan en
un agotamiento de las reservas de energía, una menor resistencia a las
enfermedades, un aumento de la insatisfacción y el pesimismo, y, un aumento del
absentismo y de la ineficacia en el trabajo.
La
Psicología de la Salud se ha centrado de forma muy especial en el estudio del
estrés laboral debido a su directa relación con las denominadas enfermedades
psicofisiológicas o psicosomáticas. La intervención de la psicología en este
campo se dirige a la reducción de los síntomas fisiológicos mediante técnicas
de respiración y relajación, a la modificación de los pensamientos para una
interpretación adecuada de la realidad mediante técnicas de reestructuración
cognitiva, a mejorar el enfrentamiento a los problemas mediante técnicas de
solución de problemas, a mejorar las habilidades sociales para conseguir unas
relaciones personales más satisfactorias. En definitiva, su objetivo es
entrenar a las personas con estrés laboral o con síndrome de burnout en estrategias para el manejo y
el afrontamiento del estrés.
Una buena forma de empezar a
reducir los niveles de ansiedad es fomentar una buena relación trabajo-familia.
Ambos ámbitos de nuestra vida están muy ligados, por ejemplo, acontecimientos
tales como el nacimiento de un hijo o una pérdida familiar, provocan un estado
de estrés en nosotros que no podemos separar del ámbito laboral. También ocurre
al revés, un ascenso o un descenso en el trabajo o un suspenso de sueldo, son
situaciones estresantes que muy probablemente repercutirán en nuestra vida
familiar. Pero nuestras relaciones personales no siempre son fuente de estrés,
en muchas ocasiones suponen un importante apoyo social para nosotros. Las
relaciones personales en el trabajo y fuera de él son un elemento importante
del ambiente en el que se desenvuelve una persona y en el que desarrollar su
trabajo, por ello, se convierte en una fuente potencial de estrés, sin embargo,
esas relaciones son también la causa y el origen de la satisfacción laboral,
uno de los aspectos más deseados del mismo e incluso uno de los fenómenos que
más contribuye a disminuir el estrés o a amortiguar sus consecuencias.
Es
necesaria la desconexión, es decir, aprender a dejar los problemas del trabajo
una vez finalizada la jornada laboral y aprender a dejar los problemas
familiares cuando nos dirigimos al ámbito laboral. Generalmente, nuestro tiempo
libre es el espacio más problemático y en el que menos se cumple la regla de la
desconexión. Existen numerosas actividades que permiten dicha desconexión, se
debe cuidar el tiempo de ocio realizando actividades que generen satisfacción y
sirvan de evasión de la vida laboral, así mismo se deben fomentar las
relaciones sociales fuera del trabajo, con amigos o familiares por ejemplo. La
realización del ejercicio físico ayuda a la reducción de los síntomas
fisiológicos de la ansiedad, reduce por tanto nuestros niveles de ansiedad.
En definitiva, se trata de
armonizar tensiones, emociones y necesidades para asegurar el bienestar físico
y psicológico.
BERTA
GUERRERO
PSICÓLOGA SANITARIA
viernes, 13 de noviembre de 2015
¿QUÉ ES REALMENTE EL ESTRÉS?
Una mayoría de personas
hablan del estrés como algo negativo. El sentimiento de "qué agobiado
estoy" es, probablemente, uno de los más cotidianos y el más asociado al
estrés. ¿Quién no se ha sentido "agobiado" alguna vez?. El agobio es
una respuesta emocional que surge cuando percibimos una situación como
estresante y realmente se trata de una emoción negativa.
Para
sorpresa de muchos, el estrés es un proceso altamente positivo que nos permite
adaptarnos a las exigencias de los diferentes escenarios en los que nos
movemos. Conocemos lo que Darwin pensaba de cómo las emociones han ayudado a
los hombres durante millones de años a sobrevivir en el medio que les rodea. El
lloro de un bebé probablemente manifiesta hambre, incomodidad o demanda de
compañía, también adivinamos que cuando llegamos a casa y nuestra pareja está
sonriente probablemente tiene una buena noticia que darnos, si en cambio tiene
un gesto de enfado, quizás se nos ha olvidado comprar aquello que nos pidió. La
expresión de las emociones es, además, un regulador de nuestras interacciones
con los demás.
¿Pero,
es lo mismo el estrés y la ansiedad? Seguramente, muchas
personas hablarán de su ansiedad o de su estrés de forma indistinta, pero esto
es un error que debemos corregir. A diferencia de la ansiedad, el estrés no es
una emoción o un sentimiento. El estrés es un proceso psicológico que pasa por
diversas fases y que se desencadena en el momento en que nos encontramos ante
una demanda, bien sea interna (pensamientos o ideas que podamos tener respecto
a algo) o bien externa (situaciones), ante la cual necesitamos dar una
respuesta de afrontamiento, que pone en marcha toda una serie de recursos tanto
fisiológicos como psicológicos.
Por
ejemplo, ante un gran tránsito de vehículos podemos pensar "voy a llegar
tarde" y este pensamiento pone a nuestra disposición todo un mecanismo de
tensión muscular y rapidez para correr más, y agudeza de reflejos para
emprender otro recorrido distinto al habitual. Todo ese proceso de activación
que hemos llevado a cabo para conseguir nuestro objetivo ha conseguido que
pensáramos en darnos prisa o en coger un camino
más corto, la activación fisiológica como la aceleración del corazón
también nos ha permitido realizar dicha conducta y hacer frente a la situación.
Si llegamos puntuales o menos tarde de lo que creíamos, habremos afrontado
exitosamente la situación y aceptaremos que cierto estrés es imprescindible
para nuestra vida cotidiana.
El
estrés es una respuesta general de nuestro organismo, que nos permite afrontar
todo tipo de situaciones utilizando nuestros propios recursos de forma
adecuada. Estamos ante una respuesta adaptativa que permite nuestra
supervivencia. Pero ¿qué ocurre cuando nos vemos expuestos a un exceso de
estrés?, este exceso puede deberse, por un lado, a la exposición a múltiples o
muy importantes situaciones estresantes y, por otro lado, a la falta de
recursos apropiados para hacerlos frente. Cuando esto ocurre nuestro organismo
no puede hacer frente al estrés de forma adecuada, aparece la ansiedad y el
proceso se vuelve desadaptativo.
La
emoción más importante dentro del estrés es la ansiedad, al igual que el resto
de las emociones, ésta se manifiesta mediante respuestas diferentes, como
pensamientos, ideas o imágenes, también como incremento de activación
fisiológica como el ritmo cardíaco y la sudoración, en ocasiones con
oportunistas dolores de cabeza, musculares o estomacales, y también como conductas de tipo motor, gesticulación,
morderse las uñas o tocarse el pelo.
Cada
persona presenta diferentes reacciones ante la ansiedad en función de las
características personales, se trata de estilos aprendidos desde niños a través
de nuestro entorno más cercano, generalmente, la familia. Este aprendizaje va
forjando nuestras características de personalidad y a su vez, conlleva la
adquisición y entrenamiento de los recursos personales frente a las
situaciones, que formarán parte de nuestro repertorio de habilidades y
estrategias. En ocasiones, la ansiedad no viene por un exceso real de estrés,
sino por la percepción que nosotros tenemos de ese estrés. Puede que incluso
tengamos los recursos necesarios para hacerle frente pero ignoremos cómo
utilizarlos. La Psicología se ha ocupado del estrés centrándose en la
percepción e interpretación que hacemos de las situaciones mediante nuestros
pensamientos y emociones, así como de la falta de habilidad para utilizar
adecuadamente los recursos que poseemos.
BERTA
GUERRERO
PSICÓLOGA SANITARIA
viernes, 6 de noviembre de 2015
CIRCUITOS CEREBRALES DE LA EMOCIÓN
Las emociones primarias como son la alegría, la tristeza, el miedo, la
ira, el asco y la sorpresa, van acompañadas de patrones de conducta tales como
respuestas faciales, motoras, vocales, endocrinas y autonómicas, hasta cierto
punto estereotipadas y comunes a todos los seres humanos independientemente de
raza y cultura. Las emociones
secundarias tienen un componente cognitivo más alto, y van siempre
asociadas a las relaciones interpersonales.
La alteración de los sistemas neurales
de los que dependen las expresiones emocionales, provoca grandes trastornos de
conducta. Tanto en la emoción como en la cognición, tras los componentes
conscientes, subyacen e interaccionan toda una serie de mecanismos cerebrales
no conscientes que determinan de manera decisiva las características
conscientes del pensamiento y la emoción.
La “emoción” es el resultado de múltiples mecanismos cerebrales que pueden ser
distintos en emociones diferentes. Los componentes conscientes de las emociones
no son cualitativamente diferentes de las percepciones cognitivas. Los
mecanismos de procesamiento inconsciente que subyacen en ambos casos sí son
diferentes, pero en los dos, la consciencia se produce cuando el mecanismo
cerebral general del conocimiento consciente los capta e influye en su función.
La mayoría de los componentes de las
respuestas emocionales se ponen en marcha de manera no consciente. Al ser los
mecanismos neurales de las emociones evolutivamente más primitivos que los de los procesos cognitivos, se ponen
en marcha de manera inconsciente de un modo más inmediato que éstos. De ahí que
los procesos cognitivos estén más
sometidos a las emociones que a la inversa.
Respecto a la participación de los
hemisferios cerebrales en las emociones, se ha demostrado que el hemisferio
cerebral derecho está implicado en la comprensión y expresión de los aspectos
afectivos del lenguaje y los elementos corporales de la expresión emocional, de
modo que la mitad izquierda del cuerpo,
que es la que controla este hemisferio, expresa
las emociones en mayor medida y esto se pone en evidencia porque los
músculos de ese lado de la cara, reflejan en grado más acusado la emoción que
la mitad derecha de ésta.
Además, parece que las emociones positivas se encuentran en el
hemisferio izquierdo, mientras que
las emociones negativas se asocian
al hemisferio derecho, esto se pone
en evidencia en el estudio de casos, por ejemplo, de pacientes con lesiones en
el hemisferio izquierdo que pierden en cierto grado la capacidad de
experimentar sentimientos positivos y en ellos los cuadros depresivos son mucho
más graves.
María
Guerrero
Psicóloga Sanitaria FVP
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