Una mayoría de personas
hablan del estrés como algo negativo. El sentimiento de "qué agobiado
estoy" es, probablemente, uno de los más cotidianos y el más asociado al
estrés. ¿Quién no se ha sentido "agobiado" alguna vez?. El agobio es
una respuesta emocional que surge cuando percibimos una situación como
estresante y realmente se trata de una emoción negativa.
Para
sorpresa de muchos, el estrés es un proceso altamente positivo que nos permite
adaptarnos a las exigencias de los diferentes escenarios en los que nos
movemos. Conocemos lo que Darwin pensaba de cómo las emociones han ayudado a
los hombres durante millones de años a sobrevivir en el medio que les rodea. El
lloro de un bebé probablemente manifiesta hambre, incomodidad o demanda de
compañía, también adivinamos que cuando llegamos a casa y nuestra pareja está
sonriente probablemente tiene una buena noticia que darnos, si en cambio tiene
un gesto de enfado, quizás se nos ha olvidado comprar aquello que nos pidió. La
expresión de las emociones es, además, un regulador de nuestras interacciones
con los demás.
¿Pero,
es lo mismo el estrés y la ansiedad? Seguramente, muchas
personas hablarán de su ansiedad o de su estrés de forma indistinta, pero esto
es un error que debemos corregir. A diferencia de la ansiedad, el estrés no es
una emoción o un sentimiento. El estrés es un proceso psicológico que pasa por
diversas fases y que se desencadena en el momento en que nos encontramos ante
una demanda, bien sea interna (pensamientos o ideas que podamos tener respecto
a algo) o bien externa (situaciones), ante la cual necesitamos dar una
respuesta de afrontamiento, que pone en marcha toda una serie de recursos tanto
fisiológicos como psicológicos.
Por
ejemplo, ante un gran tránsito de vehículos podemos pensar "voy a llegar
tarde" y este pensamiento pone a nuestra disposición todo un mecanismo de
tensión muscular y rapidez para correr más, y agudeza de reflejos para
emprender otro recorrido distinto al habitual. Todo ese proceso de activación
que hemos llevado a cabo para conseguir nuestro objetivo ha conseguido que
pensáramos en darnos prisa o en coger un camino
más corto, la activación fisiológica como la aceleración del corazón
también nos ha permitido realizar dicha conducta y hacer frente a la situación.
Si llegamos puntuales o menos tarde de lo que creíamos, habremos afrontado
exitosamente la situación y aceptaremos que cierto estrés es imprescindible
para nuestra vida cotidiana.
El
estrés es una respuesta general de nuestro organismo, que nos permite afrontar
todo tipo de situaciones utilizando nuestros propios recursos de forma
adecuada. Estamos ante una respuesta adaptativa que permite nuestra
supervivencia. Pero ¿qué ocurre cuando nos vemos expuestos a un exceso de
estrés?, este exceso puede deberse, por un lado, a la exposición a múltiples o
muy importantes situaciones estresantes y, por otro lado, a la falta de
recursos apropiados para hacerlos frente. Cuando esto ocurre nuestro organismo
no puede hacer frente al estrés de forma adecuada, aparece la ansiedad y el
proceso se vuelve desadaptativo.
La
emoción más importante dentro del estrés es la ansiedad, al igual que el resto
de las emociones, ésta se manifiesta mediante respuestas diferentes, como
pensamientos, ideas o imágenes, también como incremento de activación
fisiológica como el ritmo cardíaco y la sudoración, en ocasiones con
oportunistas dolores de cabeza, musculares o estomacales, y también como conductas de tipo motor, gesticulación,
morderse las uñas o tocarse el pelo.
Cada
persona presenta diferentes reacciones ante la ansiedad en función de las
características personales, se trata de estilos aprendidos desde niños a través
de nuestro entorno más cercano, generalmente, la familia. Este aprendizaje va
forjando nuestras características de personalidad y a su vez, conlleva la
adquisición y entrenamiento de los recursos personales frente a las
situaciones, que formarán parte de nuestro repertorio de habilidades y
estrategias. En ocasiones, la ansiedad no viene por un exceso real de estrés,
sino por la percepción que nosotros tenemos de ese estrés. Puede que incluso
tengamos los recursos necesarios para hacerle frente pero ignoremos cómo
utilizarlos. La Psicología se ha ocupado del estrés centrándose en la
percepción e interpretación que hacemos de las situaciones mediante nuestros
pensamientos y emociones, así como de la falta de habilidad para utilizar
adecuadamente los recursos que poseemos.
BERTA
GUERRERO
PSICÓLOGA SANITARIA
0 comentarios :
Publicar un comentario