ANSIEDAD EN LA PAREJA, RELACIONES PATOLÓGICAS Y MALTRATO PSICOLÓGICO
El ser humano es complejo y sus
relaciones lo son aún más. Hay muchas formas de amor y no siempre es “amor sano”.
A menudo, los sentimientos se mezclan y se unen miedos e inseguridades, entre
otras cosas. Es difícil de entender que una persona que te dice que te quiere esté
a la vez haciéndote daño de forma repetida, pero sucede, unas veces de forma
inconsciente y otras de forma plenamente consciente.
En las situaciones de maltrato físico
los golpes y las heridas acreditan
dicho maltrato, pero el maltrato psicológico es más difícil de detectar. Aunque
es habitual que el maltrato psicológico sea el antecedente del físico, por la
intensidad creciente de las agresiones, pudiendo tardar varios años en aparecer.
Podemos identificar una relación patológica cuando esa relación conlleva rabia,
tristeza o miedo. La ansiedad siempre está presente y se va acentuando
progresivamente. Ante estas emociones, que aparecen porque algo ha pasado, se puede pensar que es una exageración, que no es
para tanto y todo ha sido malinterpretado. La diferencia entre una relación sana
y una relación patológica es que en la primera, los malentendidos se aclaran,
los errores se subsanan y no suelen volver a repetirse porque existe un
arrepentimiento real. Sin embargo, en una relación patológica, el intento de
aclarar y solucionar la situación acaba por incrementar la idea de “no es para tanto, he exagerado la
situación”, pero siempre queda una profunda sensación de tristeza e inseguridad, y los errores
se repiten una y otra vez.
Las emociones nos guían por la función
adaptativa que desempeñan, nos avisan cuando una relación no va bien y nos
ayudan a buscar soluciones. También se ven influidas por las diferencias
individuales en la interpretación de las situaciones.
Conforme se va formando el vínculo en la relación patológica, empiezan
a aparecer los primeros signos. A veces, desde el inicio de la relación, aparece
un comportamiento pendular, con
alejamientos y acercamientos alternativos por parte del maltratador. Aparecen
comentarios y otro tipo de conductas que provocan malestar y van aumentando de
forma gradual. Aparece también la “insistencia
abusiva” y muchas veces la víctima acaba cediendo a peticiones y argumentos
por evitar problemas e intentar mantener una relación normal, sin conflictos. Esto contrasta con la admiración que siente
ante cualidades del maltratador que considera positivas, a las que se da gran
peso -para intentar equilibrar la balanza, de forma involuntaria. Pronto aparece
en la víctima una pérdida de espontaneidad y de energía, sentimientos de culpa,
gran desconcierto y desasosiego. Si está situación se mantiene, pueden aparecer
síntomas psicosomáticos y se enferma más frecuentemente. Se va formando un
estado de indefensión, desgaste psicológico y deterioro de la personalidad en
general. Desde fuera se observa que la
víctima cambia.
Ante este tipo de sutil maltrato,
familiares o amigos pueden responder
con incredulidad ante “quejas” de la víctima, porque no lo perciben y restan
importancia a lo que alguna vez han podido observar. Y es muy frecuente que esa
víctima no cumpla el perfil de
persona débil, insegura y dependiente. Esto aumenta la incertidumbre. Otras muchas
veces es posible que no hable con nadie de lo que ocurre, por la falta de
conciencia o por la dificultad que encuentra a la hora de describirlo. En otras
muchas ocasiones, los familiares o amigos perciben la situación e intentan
hablarlo, pero la víctima se cierra.
Hay que pensar que resulta muy difícil creer que la misma persona que quieres y
que se supone que te quiere, te está haciendo daño. Esa idea queda descartada
por ser imposible e inadmisible.
Cuanto más tiempo pasa una persona en
una relación de estas características, más difícil resulta salir de ella, a
pesar del malestar. Los motivos de continuar
en una relación patológica pueden ser muy diversos, entre ellos encontramos
la falta de conciencia del problema, pensamientos y sentimientos confusos, miedo
a la soledad, situación de dependencia, falta de apoyo o necesidad de ayudar a
la pareja a resolver sus problemas, entre otras.
Las personas
más vulnerables a este tipo de maltrato son aquellas que tienden a culparse
a sí mismas, son perfeccionistas y están preocupadas por hacer lo correcto, se
sienten responsables en exceso por lo que ocurre a su alrededor, buscan orden y
seguridad. Son felices siendo útiles a su pareja, y tienden a dar mucho más de
lo que reciben, a nivel emocional y material, aunque el maltratador tiende a
tergiversar la realidad y hace creer que ha sido él quién le ha dado todo a su
pareja, cuando objetivamente es al revés. En muchas ocasiones, la víctima es
una persona con buena autoestima, buen status social y laboral, en contra del habitual
estereotipo de víctima. Y a pesar de todo
esto, si resulta ser una persona fácilmente manipulable y con principios éticos
poco firmes, la víctima puede dejarse arrastrar por su pareja y, entonces,
llevará a cabo conductas inmorales o injustas para otras personas.
Las causas de este comportamiento desajustado por parte del maltratador, pueden ser varias, sentimientos de
inseguridad, baja autoestima o una personalidad patológica, entre otras. A
menudo, este tipo de maltrato suele ir acompañado
de otros problemas, como dificultades en las relaciones sociales o
dificultades en el cumplimiento de normas (impagos, multas de tráfico,
ausencias laborales, etc.), tendencia a la infidelidad y a la mentira en
general, con conductas oposicionistas y siempre intentando darle la vuelta a
las cosas. Aparece el gaslighting o
“luz de gas”, que consiste en hacer que la víctima pierda incluso la cordura a
través de las frecuentes mentiras y negación de la realidad. Esto puede llevar a la víctima a conductas de
búsqueda de evidencias de dichas mentiras, lo que suele aumentar los
sentimientos de culpa.
A veces se da en el maltratador una
excesiva ingesta de alcohol u otras sustancias, lo que ayuda a evidenciar el
maltrato, porque lo intensifica. Es entonces cuando aparecen los celos
patológicos -a pesar de jactarse, en
estado sobrio, de no ser nada celoso-, los puñetazos a las puertas y las
amenazas. Una vez pasado el episodio de ingesta, parece que el problema
desaparece, pero no es así, dado que no es la causa del mismo. Esto es
importante destacarlo, porque la víctima tiende a pensar que si su pareja no
bebe o no consume otras sustancias, entonces todo está bien. A menudo, el
maltratador utiliza esta situación como conducta
de bloqueo social, y la víctima deja de reunirse con los amigos –momento
propicio para la ingesta de alcohol u otras sustancias-, para evitar esos
episodios.
Los maltratadores pueden emplear
diferentes tácticas de retención de su
pareja para sus propios beneficios, por ejemplo, comprar una casa en común,
compartir un negocio e incluso tener un hijo. La retienen hasta que la exprimen
al máximo o se aburren de la misma. Si esto no lo consiguen, y su pareja les
deja antes, su rabia es tal, que llegan a experimentar la necesidad de
venganza, momento en el que la víctima debe tener cuidado y saber protegerse.
Este sentimiento de rabia o ira lo ocultan a los demás, y es muy probable que
el maltratador hable maravillosamente de su ex-pareja y contará “lo mal que lo
ha pasado”, algo que también utiliza para procurar celos a la siguiente pareja.
Suelen enganchar una con otra, muchas veces solapándose, siendo así coherentes
con esa tendencia a la infidelidad. A veces, mantienen relaciones duraderas,
pero siempre buscarán activamente oportunidades sexuales a corto plazo,
independientemente de su estado civil.
Describir las situaciones de maltrato
supondría un análisis más profundo sobre los tipos de personas maltratadoras y
los tipos de víctimas, el ciclo de la violencia y otras teorías interesantes. En
general, el punto común es el maltrato como medio para controlar a la pareja y
no como un fin en sí mismo.
Las relaciones patológicas son mucho
más comunes de lo que pensamos. La clave se encuentra en detectar el problema lo
antes posible y actuar. El proceso de instauración del maltrato suele ser lento
y progresivo, muchas veces la víctima se ve envuelta en esta situación sin
haber sido consciente y cuando lo es, la dependencia emocional es muy fuerte, lo
que supone un gran obstáculo a la hora de tomar la decisión adecuada. Es
importante no dejar nunca de hacer las cosas que gustan por evitar enfados o
conflictos. Una vez zanjado el problema,
hay que vivir la experiencia como un aprendizaje y no victimizarse. Y así, la próxima relación será completamente
diferente.
Por el momento, lo dejamos aquí
destacando la importancia del “cómo” percibir las situaciones y la capacidad
del ser humano de sacar lo bueno de lo
malo y de ser feliz.
“A
veces se gana y a veces se aprende”
Robert
Kiyasaki
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