Los profesionales de Trauma Aragón http://www.traumaaragon.com/, del Instituto Avanzado de Psicología Integral (IAPI) www.iapi.es y de Los Pueyos http://fundacionvirgendelpueyo.blogspot.com.es/ se unen para formar un equipo multidisciplinar destinado a la prevención, el desarrollo, la intervención y rehabilitación integral de personas con diferentes trastornos, enfermedades o lesiones, así como a la atención de sus familiares y cuidadores.


miércoles, 24 de febrero de 2016

LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS (2º PARTE)

El ser humano posee la capacidad de adaptarse con facilidad al entorno que le rodea, concretamente a las situaciones o experiencias más próximas. Por esta razón los hijos pueden parecerse en muchos aspectos de su personalidad y comportamiento a uno de sus progenitores sin que ello se deba a factores innatos o hereditarios.
 
Generalmente, los niños suelen aprender aquello que ven y oyen más que lo que se les ordena directamente. Este tipo de aprendizaje se denomina aprendizaje por imitación, tienden a imitar todo aquello que ven en su entorno más cercano, normalmente en sus padres.
 
Cuando nos encontramos con conductas que resultan problemáticas o inadecuadas y queremos eliminarlas o convertirlas en adecuadas, necesitamos seguir una serie de pasos previos. Para conseguir un cambio exitoso en el comportamiento problemático de nuestros hijos es necesario, en primer lugar, describir la conducta que se pretende modificar de forma correcta.
 
Tendemos a describir las conductas de forma general y abstracta ("nos da mucha guerra") o a etiquetar a las personas cuando realizan una conducta que no nos gusta, en lugar de descalificar únicamente dicha conducta ("es desobediente", "es muy caprichoso", "es muy malo"). Estas afirmaciones o expresiones tan cotidianas y usuales son falsas y equivocadas porque no se centran en la conducta concreta que es nuestro objetivo a modificar. Para seguir un adecuado programa de cambio es necesario definir la conducta -objetivo- con claridad, en lugar de decir:
 
§  "Es desobediente"                              
§  "Es caprichoso"
§  "Es muy malo, se porta fatal"
 
Diremos lo siguiente:
 
§  Cuando le decimos que recoja los juguetes del salón, se niega y sigue jugando
§  Cuando va con su madre de paseo pide siempre que se le compren golosinas y, cuando no se le dan, patalea y llora sin parar
§  Cuando viene su primo a casa le pega y le grita cada vez que coge alguno de sus juguetes
 
Muchas personas piensan además que el comportamiento del niño es heredado, "es igual que su padre", "ha salido con el mismo genio que su madre", "es muy movida, se parece a mí". Estas afirmaciones o creencias son inadecuadas. No influye tanto la herencia como el ambiente. El ambiente más cercano como la familia y la escuela, son los verdaderos factores determinantes del proceso de aprendizaje del niño. Este ambiente nos permite variaciones, cambios que podemos producir para la adquisición de conductas no aprendidas todavía y para desaprender otras que son inadecuadas y desadaptativas.
 
 
Para llevar a cabo la modificación de una conducta, lo primero que debemos hacer es llevar a cabo la observación sistemática de dicha conducta. Tendremos que describirla de forma clara y concreta, en función de la intensidad con que se produce (cuánto llora, cuánto duerme…), de la frecuencia (cuántas veces se produce a lo largo de un día, una semana, un mes…) y la duración (cuánto tiempo dura la conducta, 5 min., 20 min., 1 hora…).
 
ANTECEDENTES Y CONSECUENCIAS DE LAS CONDUCTAS
 
A continuación observaremos el antes (antecedentes) y el después (consecuentes) de la conducta, es decir, nos centraremos en las situaciones ambientales que han creado la conducta y las que ha producido ésta. Sabemos que cualquier conducta es una respuesta a algo, es decir, si tenemos hambre, que sería el antecedente, nuestra conducta-respuesta será comer. Igualmente, cada vez que se da una conducta se producen unas consecuencias, así cuando comemos dejamos de tener hambre. Tanto los antecedentes como las consecuencias están incidiendo directamente sobre la conducta emitida.
 
Para identificar los antecedentes, deberemos hacernos preguntas como: en qué lugares, en qué momentos, con qué personas, en qué situaciones concretas. Las respuestas que demos a estas preguntas pueden ser probables antecedentes del comportamiento de nuestro hijo.
 
En cuanto a las consecuencias, éstas pueden ser muy diversas, generalmente se trata de la propia respuesta de los padres ante la conducta de su hijo. Pueden ir desde unas palabras de elogio, de aprobación o premios, hasta un castigo. Nos referimos a las recompensas o reforzadores positivos que aumentan la probabilidad de ocurrencia de un comportamiento, y al castigo como técnica para intentar extinguir una conducta. En cualquiera de los casos, estas conductas-respuestas de los padres se pueden convertir en reforzadores de la conducta no deseada. 
 
Entre nuestra propia conducta, cómo actuamos, y la conducta de los demás, es decir, su reacción ante lo que hacemos, se establecen varios puntos de interés que debemos tener en cuenta en la educación de nuestros hijos:
 
§  Toda conducta que va seguida de una recompensa tiende a repetirse
§  Cuando una conducta no obtiene ninguna recompensa, ésta desaparece porque no es aprendida
§  Muchas conductas las aprendemos por observación, imitando lo que vemos en otras personas de nuestro entorno
§  En algunas ocasiones, cuando una conducta va seguida de consecuencias desagradables tiende a desaparecer
 
La importancia de los adultos en la adquisición de las habilidades sociales de los menores, es fundamental. Por este motivo hemos señalado varios objetivos a alcanzar para conseguir un óptimo aprendizaje:
 
1.- Ofrecer un modelo adecuado. El adulto debe ser consecuente con su comportamiento, debe ser habilidoso, en definitiva, debe mostrar a su hijo todo aquello que quiere que aprenda. Recordemos que el aprendizaje por imitación convierte a los padres en auténticos modelos a seguir por sus hijos.
 
2.- Valorar los aspectos positivos. Es necesario alabar y elogiar a un niño cuando realiza una conducta adecuada, para reforzarla y así quede aprendida. La recriminación es negativa y fomenta en el niño un alto grado de inseguridad. Valorar los aspectos positivos de su comportamiento nos ayudará igualmente a conseguir nuestros objetivos y además desarrollar en el niño su autoestima y su autonomía.
 
3.- Facilitar el pensamiento divergente es otro modo muy útil para fomentar la individualidad y autonomía de nuestros hijos. Se trata de darles a elegir entre diversas soluciones a sus problemas cotidianos para que decidan ellos mismos. Así aprenderán a solucionar sus propios problemas. Si nuestro hijo llega a casa y nos cuenta que le han quitado su juguete en el colegio, podemos hablar con él y preguntarle qué cree él que debería hacer la próxima vez, qué solución es la que más le gusta o interesa y por qué, cuál podría dar mejor resultado… Este diálogo es mucho más aconsejable que una reprimenda por haber perdido el juguete.
 
4.- Por último, los padres deben fomentar los ambientes en que sus hijos tienen que relacionarse con otras personas, bien con adultos o bien con otros niños. Es importante que los niños aprendan a relacionarse y vayan desarrollando sus habilidades de comunicación en distintas situaciones sociales.


Parece que la forma más adecuada de conseguir que una conducta adecuada y deseada se mantenga y se aprenda es mediante lo que nosotros llamamos Refuerzo Positivo. El procedimiento consiste en recompensar, bien sea con premios o bien con halagos, el comportamiento que queremos aumentar en nuestros hijos.
 
Si deseamos ayudar a nuestros hijos a desaprender conductas indeseadas y a adquirir en su lugar conductas más adecuadas, deberemos cambiar nuestra forma de recompensar o no sus acciones.
 
Un reforzador positivo es un evento que presentado inmediatamente después de la conducta que pretendemos fomentar aumenta la probabilidad de que ésta se repita y sea aprendida por el niño. Así, cuando una madre le pide a su hija que baje a comprar el pan y a cambio recibe un halago o un premio (caramelos) por hacer el recado a la primera sin tener que repetírselo, la niña estará dispuesta a hacer los recados en cuanto su madre se lo pida. Actuando así conseguimos que nuestros hijos aprendan a realizar una serie de conductas que van a contribuir a su desarrollo personal.

BERTA GUERRERO
PSICÓLOGA SANITARIA

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