Los profesionales de Trauma Aragón http://www.traumaaragon.com/, del Instituto Avanzado de Psicología Integral (IAPI) www.iapi.es y de Los Pueyos http://fundacionvirgendelpueyo.blogspot.com.es/ se unen para formar un equipo multidisciplinar destinado a la prevención, el desarrollo, la intervención y rehabilitación integral de personas con diferentes trastornos, enfermedades o lesiones, así como a la atención de sus familiares y cuidadores.


viernes, 19 de febrero de 2016

LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

El nacimiento de un hijo suele generar en los padres una preocupación importante sobre su educación, ¿cómo conseguir un ambiente familiar adecuado y satisfactorio para todos los miembros de la familia?

Muchas de las conductas que observamos en los niños, así como en el resto de las personas, son fruto de un aprendizaje que comienza en los primeros momentos de vida. El conocimiento de los principios psicológicos que rigen este aprendizaje nos va a permitir llevar a cabo una educación mucho más rica. Estos principios nos facilitan las herramientas básicas para conseguir un adecuado desarrollo personal de nuestros hijos, así como un clima familiar positivo y enriquecedor.

El objetivo fundamental de una intervención psicológica de este tipo es dotar a los padres de estrategias para afrontar las dificultades más comunes a la hora de educar a sus hijos con el doble fin de tratar los problemas actuales y prevenir la aparición de otros que pudieran terminar afectando a la relación entre padres e hijos.

Partimos de la importante influencia de los padres en el aprendizaje de sus hijos. Principalmente en los primeros años de vida, los padres se convierten en el único referente que tiene el niño del mundo. Por tanto, va a aprender todo aquello que vea reflejado en sus progenitores como únicos y principales modelos en su vida.

Inicialmente, es importante saber qué conductas estamos fomentando y cuáles no, y si las conductas que reforzamos son las adecuadas. Debemos tener en cuenta que cualquier reacción por parte de los padres, bien sea un elogio o bien una reprimenda, durante o inmediatamente después de cualquier conducta del hijo, aumenta la probabilidad de que dicha conducta se repita. Si sólo prestamos atención a sus acciones cuando llora, pega, moja la cama o da la lata, estaremos reforzando esas conductas, pues con ellas el niño estará consiguiendo que le prestemos esa atención que reclama. Si por el contrario, cuando el niño realiza conductas adecuadas y mantiene un comportamiento correcto no le prestamos atención considerando que es "lo que debe hacer", no reforzaremos esas conductas, con lo que estaremos contribuyendo a que el niño deje de hacerlas. De esta manera, las conductas no reforzadas, no llegarán a aprenderse.

Al igual que nos vamos a centrar en dar a conocer estrategias para el manejo de situaciones problemáticas, pretendemos también dar una serie de pautas dirigidas a fomentar en los niños valores como la autoestima o autonomía persiguiendo como objetivo un mejor desarrollo tanto en el ámbito personal como social.
 
 
Cuando un niño nace, no sabe comer, hablar, andar, jugar, leer… Todas estas habilidades y comportamientos, junto con otros muchos, los va a ir aprendiendo a lo largo de su vida en función de su desarrollo.

Sabemos que las conductas forman nuestro comportamiento y que existen varios tipos de conductas. Así, cuando el niño habla realiza una conducta verbal; cuando llora o ríe está llevando a cabo una conducta emocional; cuando piensa, fantasea o imagina, realiza una conducta cognitiva; y, cuando gatea, camina o corre, está realizando conductas motoras. Todas estas conductas pueden estar determinadas por dos tipos de factores:
 
§  Factores innatos. Entre ellos nos encontramos con los factores genéticos determinados por la herencia, las conductas reflejas y los impulsos, necesidades y conductas heredadas.

§  Factores adquiridos o aprendidos.

Salvo algunas características básicas como el sexo, el color de los ojos, la constitución corporal o la inteligencia, la mayoría de ellas se ven influenciadas por el ambiente o el entorno que nos rodea. De hecho, aunque un niño posee ciertas predisposiciones naturales, éstas no pueden desarrollarse por sí mismas. Por ejemplo, si un niño tiene un nivel de inteligencia suficiente, pero no es escolarizado, probablemente será analfabeto.

A lo largo de próximos artículos, nos centraremos en los factores aprendidos. La principal característica de estos factores es que son susceptibles de modificación. Casi todos nuestros pensamientos, sentimientos y formas de comportarnos los vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida. Y al igual que cambia nuestro entorno, cambiamos nosotros con él. Por tanto, todo aquello que cambia nos permite aprender y todo aquello que aprendemos nos permite cambiar.


BERTA GUERRERO
PSICÓLOGA SANITARIA

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